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Literatura en Pina

VIDA DE SEGUNDA MANO -Ana María Rocañín-

VIDA DE SEGUNDA MANO -Ana María Rocañín-

Salió de la casa dando un portazo. Se sentó en las escaleras de la entrada y respiró hondo.
Vio su bicicleta de paseo apoyada en la verja, se levantó y rápidamente salió pedaleando. Salió del pueblo y tomo el camino hacia el acantilado, uno de sus lugares preferidos. Cuando llegó estaba sudorosa y sofocada por la mezcla del esfuerzo y la rabia contenida.
Apoyó la bicicleta en un árbol y se acercó al precipicio. El mar chocaba contra las rocas embravecido, furioso, echando espuma. Así se sentía ella y gritó, gritó hasta unirse con el mar, cómplices los dos, unidos en la soledad y en la furia.
Cuando se volvió, observó que la bicicleta había perdido un pedal. No se había percatado durante el camino de que llevaba el pie apoyado únicamente en la barra de acero.
Siempre le había dado problemas. Aquel día que tras muchos años se había decidido a comprarse una bicicleta, fue con toda la ilusión a la
tienda. La quería roja, iba a ser la primera que se compraba. Pero se dejó convencer por el vendedor que le ofreció una de color lila de segunda mano que era de toda confianza y estaba impecable.
De segunda mano. Empezó a pensar que casi toda su vida era así, que no había estrenado nada de lo que tenía.
A su marido lo conoció en el trabajo, su mujer había fallecido hacía dos años y al poco tiempo de empezar a salir con él se dio cuenta de que se había enamorado. Tenía dos hijos pero a ella no le importó y pensó que podría ganárselos.
Vivía en la casa familiar que habían comprado con la primera esposa, con sus muebles y enseres, porque pensaron que era mejor para los niños que el ambiente cambiase lo menos posible.
Al principio parecía que todo marchaba bien, pero estaba resultando muy duro porque ellos no la terminaban de aceptar. Y ahora que estaban entrando en la adolescencia las discusiones eran continuas; ella intentaba educarlos como si fueran sus hijos y aunque nunca pretendió sustituir a su madre, la rechazaban diciendo que no tenía ninguna autoridad sobre ellos. Además su marido nunca la apoyaba y siempre acababa quitándole la razón delante de ellos, y más permisivo, cedía a sus caprichos por miedo a que dejasen de quererlo.
Se sentía ahogada y sola.
Observó el mar y respiró libertad. En ese momento se apeó de su vida y decidió que iba a “estrenar” otra. Empezaría por el principio.
Tomó carrerilla, cogió la bicicleta y la tiró por el acantilado. Necesitaba una bici nueva de color rojo.

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