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Literatura en Pina

EL REFLEJO -Arrate Gallego-

Se miró al espejo; su reflejo no era el de una mujer bella, tampoco joven. Su deseo de ver su rostro iba más allá de lo superficial o aparente; observó sus ojos y la descubrió, aflorando en sus ojos marrones, tiñendo de pequeñas venas rojas la inmaculada parte blanca del ojo. Sintió crecer la ira dentro de sí, asomarse en ellos y sintió temor. Se apartó del espejo y se dedicó a recoger la casa.
Tal vez era su vida vacía, su falta de expectativas, la difícil relación con su esposo; su hijo, que agotaba su paciencia. No sabía el por qué, pero lo cierto es que dentro de sí misma, notaba cómo crecía esa fuerza irracional, que la llevaba a perder el control, insultando y menospreciando a su familia. Intuía que algo no iba bien, pero era más fácil dejarse llevar que luchar contra ella; además en esos momentos de ofuscación era ella quien dominaba la situación, y todos la obedecían. Sentir eso era increíble.
Cuando su hijo regresó del colegio se puso tensa, a la defensiva, volvió al espejo, reconoció la ira en sus ojos y recordó esa mirada en los ojos de su padre. Un escalofrío recorrió su cuerpo, se dirigió a su habitación, podría leer algo, escuchar música; distraer al monstruo que albergaba dentro.
Al anochecer su marido regresó del trabajo, ella se encontraba en la cocina preparando la cena: con un cuchillo cortaba el pan en grandes rebanadas que luego untarían de paté y manteca de cacahuete. Sus pensamientos daban vueltas en la cabeza: son unos egoístas, se decía, hago mil tareas al día y nadie me lo agradece. Notó rugir la bestia en su abismo, hervirle la sangre, manejaba el cuchillo con más fuerza. Frunció el ceño y apretó los labios, era una sensación poderosa que la hacía sentir mejor. Su pequeño entró en la cocina para protestar por la tardanza de la cena, ella lo encaró con aspereza y rozó con el cuchillo su pequeña mano, que en ese momento se deslizaba a coger pan. Se oyó un grito y un pequeño hilo de sangre resbaló hacía la mesa. Sólo es un rasguño, se disculpó cuando su marido entró en la cocina alertado. El pequeño se fue a su cuarto llorando asustado mientras ellos comenzaron una agria discusión.
Ella gritaba cada vez más alto, en un momento dado empuñó el cuchillo hacía él y le cortó en el brazo, su superioridad quedaba patente. Mientras la sangre fluía y goteaba hacía suelo, él la miraba atónito. Ella sintió crecer la ira y la sensación de poder adormeció su sentimiento de culpa. Sonrió para sus adentros. ¡Éste sólo era el primer paso!

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