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Literatura en Pina

YO ME ACUERDO -Julia Delcazo-

Recuerdo cuando íbamos a coger moras al paseo y para coger las más buenas había que subirse a los árboles. Y recuerdo que no sé por qué era siempre yo la que se subía, cogía las moras y las echaba a las amigas después, claro está, de comerme las más gordas. Y recuerdo que eso que dicen de que “para bajar todos los santos ayudan” se quedó grabado en mi memoria como una gran patraña el día que al bajar me deshice el único vestido que tenía para mudar, por lo cual, además del daño que me hice, mi madre cuando llegué a casa me propinó una buena zurra.
Recuerdo que cuando venía la tía Fina al pueblo, pues trabajaba en la capital, yo me iba con ella a dormir en casa de la abuela. Y me acuerdo de su olor y de cómo me contaba cuentos para que me durmiera.
Y recuerdo al tío Andrés que me aupaba en alto y, como era su primera sobrina, me decía: “aunque tenga hijos no los podré querer como te quiero a ti”; pero pronto me di cuenta de que eso no vale.
Recuerdo cuando íbamos de pequeñas a mirar las carteleras de los dos cines que teníamos y de la rabia que nos daba que no fueran “toleradas” o que lo fueran pero con reparos, que quería decir que si entrábamos luego teníamos que confesarnos porque, según nos decían, era pecado.
Recuerdo que me eligieron con tres amigas más para llevar la caja de un bebé que había fallecido. Lo llevamos andando hasta el cementerio, pues era esa la costumbre entonces, y al volver a casa del pequeño difunto me senté en una silla con mucho respeto y veía como la gente antes de marchar le daba un beso a la madre de la criatura y le decía unas palabras que sonaban siempre igual, pero que yo no conseguía entender. “¿Qué tengo que decirle?” me preguntaba. Mi madre no me había advertido y a mí me daba apuro marchar de allí sin saber lo que tenía que hacer. Al final, cuando ya sólo quedaba yo, no tuve más remedio que marcharme. Me acerqué a la Valentina, que así se llamaba, le di un beso y le dije “gracias”. Cuando me enteré de que, en vez de gracias, le tenía que haber dado el pésame cogí una rabieta de vergüenza que me dio.

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