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Literatura en Pina

EL REFLEJO -Arrate Gallego-

Se miró al espejo; su reflejo no era el de una mujer bella, tampoco joven. Su deseo de ver su rostro iba más allá de lo superficial o aparente; observó sus ojos y la descubrió, aflorando en sus ojos marrones, tiñendo de pequeñas venas rojas la inmaculada parte blanca del ojo. Sintió crecer la ira dentro de sí, asomarse en ellos y sintió temor. Se apartó del espejo y se dedicó a recoger la casa.
Tal vez era su vida vacía, su falta de expectativas, la difícil relación con su esposo; su hijo, que agotaba su paciencia. No sabía el por qué, pero lo cierto es que dentro de sí misma, notaba cómo crecía esa fuerza irracional, que la llevaba a perder el control, insultando y menospreciando a su familia. Intuía que algo no iba bien, pero era más fácil dejarse llevar que luchar contra ella; además en esos momentos de ofuscación era ella quien dominaba la situación, y todos la obedecían. Sentir eso era increíble.
Cuando su hijo regresó del colegio se puso tensa, a la defensiva, volvió al espejo, reconoció la ira en sus ojos y recordó esa mirada en los ojos de su padre. Un escalofrío recorrió su cuerpo, se dirigió a su habitación, podría leer algo, escuchar música; distraer al monstruo que albergaba dentro.
Al anochecer su marido regresó del trabajo, ella se encontraba en la cocina preparando la cena: con un cuchillo cortaba el pan en grandes rebanadas que luego untarían de paté y manteca de cacahuete. Sus pensamientos daban vueltas en la cabeza: son unos egoístas, se decía, hago mil tareas al día y nadie me lo agradece. Notó rugir la bestia en su abismo, hervirle la sangre, manejaba el cuchillo con más fuerza. Frunció el ceño y apretó los labios, era una sensación poderosa que la hacía sentir mejor. Su pequeño entró en la cocina para protestar por la tardanza de la cena, ella lo encaró con aspereza y rozó con el cuchillo su pequeña mano, que en ese momento se deslizaba a coger pan. Se oyó un grito y un pequeño hilo de sangre resbaló hacía la mesa. Sólo es un rasguño, se disculpó cuando su marido entró en la cocina alertado. El pequeño se fue a su cuarto llorando asustado mientras ellos comenzaron una agria discusión.
Ella gritaba cada vez más alto, en un momento dado empuñó el cuchillo hacía él y le cortó en el brazo, su superioridad quedaba patente. Mientras la sangre fluía y goteaba hacía suelo, él la miraba atónito. Ella sintió crecer la ira y la sensación de poder adormeció su sentimiento de culpa. Sonrió para sus adentros. ¡Éste sólo era el primer paso!

HOY ES MARTES -José Manuel González-

HOY ES MARTES -José Manuel González-

¿Quién es ese imbécil que me mira en el espejo? ¿Soy yo o una caricatura de lo que fui? Me veo viejo, el pelo, que antes poblaba mi cabeza, se obstina en crecer en sitios equivocados: en las orejas, en la nariz, en las cejas (parezco a Bresnief) y en la espalda aun que no los vea.
Los pelos de la barba me salen en tres colores: negros, pelirrojos y blancos. ¡Y que duros son los puñeteros! Nunca me ha gustado afeitarme, no sé si por vagancia o por lo mucho que me corto al hacerlo. Empiezo siempre en la mejilla izquierda, luego la barbilla, donde más cuesta rasurar, la otra mejilla y termino siempre en el bigote. Últimamente he tenido que incluir, y no me gustan los cambios, un recorrido por encima de la nariz donde me han salido nuevos pelos. Los de las orejas no me atrevo a cortarlos; me he comprado un aparatito a pilas de esos que anuncian en la tele-tienda y promete maravillosas depilaciones en nariz, orejas, entrecejo y nuca, pero todavía no lo he desembalado. Qué cosa más curiosa: conforme pasa el tiempo, crece la nariz y las orejas mientras el resto del
cuerpo mengua (si exceptuamos la barriga).
Hoy es martes, así que me he puesto la camisa de cuadros azules, la que me da buena suerte. No soy supersticioso, pero es que hoy es martes y los martes “ni te cases ni te embarques”. Salgo de casa teniendo cuidado de hacerlo con el pie derecho, no soy supersticioso, pero es que hoy es martes y los martes… La calle está desierta y nadie me ve escupir en los registros del agua corriente. Tengo que acertar de lleno, por lo menos, en diez de ellos y solo hay catorce hasta la parada del bus, así que tengo poco margen de error. La cosa va bien, ya he acertado a nueve y me quedan aún tres registros. Misión cumplida, el día está salvado.
Subo al bus, el conductor lleva bigote. No me gustan los conductores con bigote así que me bajo al instante, que hoy es martes y no hay que tentar a la suerte. Viene otro autobús, lo conduce un extranjero, pero no hay rastro de bigote. No hay asientos libres en el lado derecho, me quedo de pie ¿habré fallado alguna diana? En la calle hay aparcados doscientos once coches –número primo, que como todo el mundo sabe da buena suerte- por lo tanto me bajo en la siguiente parada aunque estoy a tres manzanas de mi destino.
En el primer semáforo, me paso a la acera de la izquierda, allí la sombra, a esta hora, se proyecta de izquierda a derecha como a mí me gusta. El paso de cebra tiene un número impar de líneas blancas, cuidado de no pisar fuera de ellas. La acera es nueva, el enlosado brilla con la luz de la mañana. A esta hora no encontraré mendigos, no me gustan los mendigos. En la puerta de la oficina de empleo hay un macetero enorme, lo han pintado de verde, mala cosa, a mí no me gusta el verde, da mala suerte y sobre todo los martes. El corazón me late con fuerza, para colmo hay una escalera cerca de la esquina, mis piernas se niegan a seguir, me paro en seco. ¿Y si en la oficina hay un mendigo? ¿Y si lleva bigote? ¿Y si lleva un número de pelos que no es un número primo? ¿Y si va vestido de verde? ¿Y si me dan empleo?
Me vuelvo, empiezo a caminar desandando lo andado, comienzo con el pie derecho, mañana será otro día, que hoy es martes…

YO, Y YO MISMA -Julia Delcazo-

YO, Y YO MISMA -Julia Delcazo-

Con tus cincuenta y muchos estás satisfecha y feliz, aunque no has podido hacer todo lo que habrías querido gracias a tu trabajo y tu entrega a tu familia, marido, hijos y padres. Pero no importa: eres feliz, has hecho lo que debías hacer. Te sientes bien contigo misma.
De pronto, un día te miras al espejo y no te reconoces. Y te preguntas qué diabólico y retorcido personaje lo inventó.
La cruda realidad existe y no tiene remedio. Vieja, fea, gorda ¿qué importa que tú no te sientas así? ¿Qué importa que cuando te veas reflejada en los cristales no te reconozcas?
Dicen que hay que mirarse con amor, que hay que quererse y darse besos en el espejo. Yo, cuando me miro por las mañanas, me asusto:
“joder que pintas”. Y cuando salgo de la ducha mi piropo mejor es: “gorda asquerosa”.
Sin embargo, yo no soy así. Si la del espejo fuera otra persona la miraría con afecto y compasión e intentaría ayudarla a superar su “trauma”. ¿Por qué no puedo hacer lo mismo conmigo? A Dios gracias, tengo muy mala memoria y enseguida me olvido y vuelvo a ser la de antes. Y recuerdo cuando era joven y disfrutaba con cualquier cosa y recuerdo cuando todos mis hijos estaban en casa y llenábamos la mesa y cada uno comentaba sus cosas (aunque siempre con mucha discreción), detalle éste que en el fondo a mí me gustaba. Recuerdo a cada instante a mis nietos y a mi marido. De todos estoy enamorada.
Y miro a la gente cuando salgo y veo que el tiempo pasa para todos, aunque algunos lo sepan llevar mejor que otros. Yo no me voy a quejar de nada y voy a hacer las cosas que me gustan aunque sea encogida y agachada. A la mierda los complejos y la depre y a la mierda la gorda del espejo. Esa no soy yo. Yo soy la que llevo dentro, la joven, la fuerte, la que no se asustaba de nada, la que escucha, la que escribe y pinta aunque no sepa. Qué más da. El caso es hacer algo y que ese algo sirva al menos para que mis hijos y mis nietos tengan un buen recuerdo de mí y un buen punto de referencia, porque es una manera de sobrevivir en el tiempo, aunque sea con discreción y humildemente.
(Punto y seguido)

AQUEL VERANO DEL CINCUENTA Y CINCO -Julia Gallego-

AQUEL VERANO DEL CINCUENTA Y CINCO -Julia Gallego-

Estoy cansada. Hace tiempo que me siento cansada. Llevo varios días dando vueltas y más vueltas a lo que no tiene vuelta atrás. Quizá, lo único seguro es que, tu, volverás a ganarme la partida. Puedo leerlo en tus ojos. Cada vez lo veo mas claro. Poco importa que, yo, suba un peldaño tras otro peldaño, o que los baje de dos en dos. Tú sigues frente a mí, observándome en silencio. Y, al mirarte, aprecio un rostro que no me gusta. No me gustan tus arrugas, ni tus ojos tristes y apagados, ni el rictus de tu boca, ni tu expresión inexpresiva. Y, al verte, me entran ganas de gritar, es más, voy a gritar lo que hace tanto tiempo deseo gritar:
-¡Estoy harta de ti, harta de tus silencios, harta de tu conformismo, harta de tu vida anodina y mediocre, harta de tu papel de cenicienta, harta de tu imagen de hembra sometida, y harta de tu sombra!
Es cierto que casi nunca estuve de acuerdo contigo, aunque, tal vez, me equivoco, tal vez, en mis primeros años, sólo en mis primeros años, quizá, sí pensábamos lo mismo. Creo recordar que todo cambió a finales de aquel verano del cincuenta y cinco.
-¿Recuerdas?
Era a mediados de Septiembre, y faltaban tan solo tres meses escasos para mi cumpleaños. Diez años… ¡Por fin, iba a entrar en el final de mi primera década! ¡Por fin iba a comenzar una nueva etapa para mí! O eso decían todos. Recuerdo que mamá vino a buscarme. Yo estaba de vacaciones en casa de mis primas Manoli y María en un pueblo cercano. Mamá, al verme, dijo que a primeros de Octubre debería marchar a un colegio de Zaragoza, en régimen de internado, y que ya tenía toda la ropa marcada con mis iniciales y con el número cuarenta y dos, un número que, previamente, me habían asignado. En aquel momento, sentí que algo se rompía dentro de mí. Poco importaron entonces mis lágrimas, ni mis pataletas, ni mis amenazas de fuga, ni mis simulacros de no sé cuantas enfermedades… pues, nada de esto hizo desistir a papá y a mamá de lo que ya estaba, firmemente, atado y bien atado.
Tú entonces callaste; resignada, obediente, sumisa… y fue, a partir de aquel momento, cuando supe de tu traición.
Después, pasaron los días y los meses… y confieso que me acostumbré pronto y bien a aquella vida. Me encontré con un mundo insospe-
chado para mí. Un mundo de cultura, de libros, de música, de novelas rosa, de serenatas de tuna los sábados por la noche y de algunas amistades verdaderas y para siempre.
Así pasaron los años, cinco para ser más exacta, y tú, aunque sólo fuera por llevarme la contraria, comenzaste tu guerra. Una guerra donde las hormonas y la nostalgia fueron el detonante que me hizo volver a casa, truncando así mis ansias de ser algo más.
Por eso, y por todo lo que aún queda de mí, paso mi mano, restregando con fuerza, una y otra y otra vez, sobre el cristal donde, ahora, escondes tu rostro.

Dos ejercicios de Jaime Sanz

MICRO RELATO

Desperté y me asomé a la ventana. Del cielo caían sapos y culebras. Estas se metían en todas partes: en las alcantarillas, en los buzones, en las casas, en los coches, en los supermercados, en el pelo de las mujeres.
El cielo se teñía de color verde.
La policía, la Guardia Civil y el ejército se movilizaron para mantener a raya la invasión.

UN OBJETO EN EL BOLSILLO

¡Por fin en casa! Después de una larga jornada de trabajo. Tras desnudarme, me pongo el pijama y un batín. ¡Qué molestia de gar-
ganta! Voy a coger un caramelo del bolsillo. Un momento, ¿qué tengo aquí?
De mi bolsillo, como si fuera una chistera, aparecen unas braguitas. Te las debiste de olvidar el otro sábado.

APELLIDOS -Arrate Gallego-

Mamá siempre dice que somos una vergüenza, y nosotros nos reímos, porque sabemos que somos diferentes. A ella se le ocurrió unir los apellidos de dos familias tan dispares: los Fernández y los Gallego. Los primeros: emprendedores, negociantes, inteligentes, ricos, aventureros y divertidos. Los segundos: pobres, analfabetos, con la mala suerte pegada a sus manos por generaciones, sin futuro, pero con una fuerza de voluntad increíble para superarlo todo.
Fernández y Gallego se unieron y ahora resulta que somos una mezcla de cualidades inherentes a cada apellido, que definen a cada uno de nosotros y que marcan nuestros enfoques ante la vida. Juan con su mala suerte y su gran voluntad es un Gallego. Fernando es divertido, aventurero, es Fernández. Yo soy una mezcla tan equilibrada que no consigo identificarme sólo con un apellido.
La mezcla de inteligencia, aventura, mala suerte y gran fuerza de voluntad definen a grandes rasgos a un Fernández-Gallego, y aunque desearía dejar en herencia a mis hijos el apellido Fernández con todas sus riquezas, será el azar el que decida si serán un Fernández, un Gallego, o ambos como yo.

LOS SANZ Y LOS MIGUEL -Jaime Sanz-

Etimológicamente, Sanz deriva de Sancho, que viene a su vez del latinajo sanctus, es decir, en cristiano, santo. Aunque mi madre ve que tengo el pelo un poco rizado (y ya con alguna cana) como ella y mi primo José, sí que me dice muchas veces que soy “hijo padre”. Dice que soy muy tranquilote como mi padre, en contraposición a los Miguel, mucho más movidos y activos. Yo más bien me siento como un mestizo: tranquilote y bondadoso, pero con prontos y arranques de Miguel. Hay días en los que me siento más Miguel, otros en los que me siento más Sanz. Mi padre dice que los hijos se parecen más a las madres, ya que pasan nueve meses en su tripa. Ser un Miguel lo asocia más al genio y al pronto.
Miguel deriva de mi-ka-el, que en hebreo quiere decir “¿Quién sino Dios?”. Eso va en la línea de que veo a los Miguel muy religiosos, si no en la forma, sí en el fondo. Yo, ante Dios y la santidad, me siento agnóstico. A los Miguel, aunque estén relacionados con Dios, muchas veces se les llevan los diablos.

MIS APELLIDOS -Marisa Fanlo-

MIS APELLIDOS -Marisa Fanlo-

Un día me acordé aquí del pilón que había en el Arco de San Roque. Ese pilón donde nos hacían fotos a todos los descendientes de mi bisabuelo Mariano. Mi bisabuelo Mariano se apellidaba Giménez con G. Decía su hija, mi abuela, que era para diferenciarse de los gitanos que eran Jiménez con J. A mi bisabuelo Mariano le llamaban “el Peatón” y “el Sanroquero”. Lo primero porque era el que iba a pie a buscar el correo a la estación de Pina y lo segundo porque vivía en el Arco de San Roque.
A mí no me verán ir andando a la estación y tampoco vivo en el Arco de San Roque, pero cuando me cabreo o me río de algo o de alguien mi madre siempre me dice: “qué sanroquera que eres”. Y lo dice con un tono que demuestra que ella no viene de ahí. Mi padre la mira. Seguro que está pensando en que ya le gustaría que me hubiese quedado con lo de los Fanlo.
Pero a pesar de todo los dos coinciden en una apreciación sobre mi familia materna: de los Franco no he sacado nada y de los Mermejo se me ha quedado el rojo...

POEMA USANDO VERSOS DE GABRIELA MISTRAL -Julia Delcazo-

Es una maternidad
Que no me cansa el regazo
Y es un éxtasis que tengo
De la gran muerte librado

En los albores de un nuevo día
Una ciudad despierta a su rutina
Almas alegres, dolientes o cansadas
Acuden cual hormigas a su trabajo atadas
En un contenedor un llanto ahogado
Entre ropas sucias y raídas
Un alma de mujer queda en suspenso
¿Es verdad lo que oye o su ansia la castiga?
Llora desesperado su derecho a la vida
Nota que gota a gota sus venas se vacían
«¿Para qué me crearon?» se pregunta
«¿Para morir sin conocer la vida?»
Mas alguien abre la caja de Pandora
Y al oírlo se resiste al espanto
Es un alma sensible que imagina
Y al comprobar reprime un grito ahogado
Vuelve a su casa con un paquete en brazos
Un alma desbocada, ilusiones perdidas
Desenvuelve el paquete, corazón destrozado
Y en sus entrañas muertas resurgirá la vida
La razón le insiste en denunciarlo
“¿Qué debo hacer?” se pregunta angustiada
El corazón contesta: “tú te lo has encontrado”
“Es tu compensación”, le dice el alma
La baña, la acaricia, es una niña
Y al apretarla a su pecho ella se calla
Tiene hambre de madre ¡vida, mía!
Canastilla doliente le pone, que ella guarda
Y mientras baja a la farmacia más cercana
Recuerda con dolor otra mañana
Más negra y más funesta en la que pierde
El calor de su vientre y de su cama
Cabrón borracho que nunca conociera
Porque huyó como huyen los cobardes
Aquella mañana de triste primavera
Perdió su amor y su ilusión de madre
Al volver
ata el cordón umbilical, sacia su hambre
Y la mece mientras le canta una nana
Es mujer de recursos, muy valiente
Y no va a devolver aquella estrella

Es el mundo desamparo
Y la carne triste va
Pero yo la que te mece
Ya no tengo soledad

Una estrella que mirara tantas veces
Desde la tierra al cielo cual quimera
Hoy la estrella ha caído en su regazo
Y le da su corazón su vida entera
Se siente madre e hija mía la llama
Y aquel fuego que quema sus entrañas
El que avivara su rabia cada día
Nota como se apaga, y sigue con la nana

Es el cielo desamparo
Si la luna cae al mar
Pero yo, la que te estrecha
Ya no tengo soledad

No habrá fuerza en la tierra, se repite,
Aunque tengamos que vivir errantes
Pues te parí al quitarte la envoltura
Y no habrá juez ni ley que nos separe
La cruz de su desdicha se ha esfumado
En su lugar nació un brote de esperanza
Rosas de un gran amor se van abriendo
Mientras la mece cantándole la nana

Es la noche desamparo
De las sierras hasta el mar
Pero yo la que te mece
Ya no tengo soledad

POEMA CON VERSOS DE TAGORE -Julia Gallego-

POEMA CON VERSOS DE TAGORE  -Julia Gallego-

Emprendo en solitario el camino de mi cita
Imperceptibles latidos, encerrando dolores del alma, me acompañan
Mi corazón pregunta ¿Dónde estás? Una y otra vez
Marchitas flores sin tierra ni agua salen a mi encuentro
Y más, y más flores sin perfume vienen y van

En cada amanecer mis manos temblorosas buscan tu cuerpo
Y sólo hallan un hueco vacío en mi cama
Deseos, deseos y más deseos en cada amanecer me invaden
Inaudibles respuestas en fríos despertares acarician mi vientre

Diálogos suspendidos, como lluvia de arena, se esparcen por la nada
Paseos hacia extraños encuentros me empujan en mitad de la noche
Y voy a tu encuentro. Buscando tu boca. Buscando tu sexo
Besos y caricias abandonados y enterrados bajo losa negra
Emprendo en solitario el camino de mi cita

CIELO HA MUERTO -CON PABLO NERUDA Y SERGIO ALGORA- de Marisa Fanlo-

CIELO HA MUERTO -CON PABLO NERUDA Y SERGIO ALGORA- de Marisa Fanlo-

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Cielo ha muerto.
Hoy hace un año y ella sigue en todas partes.
En su despacho de diputación,
Y en el cuadro que eligió;
En el directorio de los teléfonos,
Con su nombre al lado del 8892;
En mi lista de direcciones electrónicas,
Con la suya sin borrar todavía;
En la bandeja de entrada,
En el mensaje de navidad de su marido y su hijo;
En el despacho de la sede
Donde tienen la foto de todas;
En esa foto de todas las mujeres
Que ya no podremos repetir;
En la plaza que inaugurábamos
Cuando me llamaron para avisarme;
En la carrocería de mi coche
Con un golpe del día de su funeral;
En todos los recuerdos de mi trabajo
Que tienen mi madre y mi tía;
En el cabello de ángel de mi madre,
Que le dio la receta para hacerlo;
En todos los actos a los que viene su familia.
Pero Cielo ha muerto.

MI YAYO -Ana María Rocañín-

MI YAYO -Ana María Rocañín-

Primer intento

Te beso y me pincho en tu barba cana
me miro en tus ojos de un azul translúcido
y veo retazos de una vida plena
No falta de nada, de bueno o de malo.
Escucho tu voz mientras habla ronca
de historias pasadas,
necesita hablar y que yo la escuche.
Tus manos serenas muy bien trabajadas
dibujan al aire lentos movimientos.
En el calor de la cocina de leña
veo tus zapatillas poco desgastadas.
Me gusta rozarte el pantalón de pana
Y acariciar suave tu calva brillante.
Nos necesitamos, cómplices del tiempo
de momentos mágicos que quedan guardados
en ese baúl del que sólo tenemos llave los dos.

Segundo intento

Te beso y me pincho con tu barba cana
me miro en tus ojos azules sin brillo,
se asoman retazos de tu vida plena,
dos guerras vividas, un hijo perdido.
Mezclando deberes con el Rif ardiente
la voz ronca habla de historias pasadas.
Tus manos serenas muy bien trabajadas
dibujan al aire lentos movimientos.
Bajo la cocina de leña caliente
veo tus zapatillas poco desgastadas,
rozo con mi mano el pantalón de pana,
acaricio suave tu calva brillante.
Y vamos metiendo al baúl del alma
promesas, consejos, canciones y risas.
Sé que soy tu alivio al caer la tarde
y tú eres mi héroe vestido de plata.
-¿Cuándo tu te vayas volverás a verme?
-Si puedo, seguro, palabra de abuelo.
Bajo las estrellas del azul oscuro
yo sigo esperando tu guiño de luz.

ESPERO -Arrate Gallego-

ESPERO -Arrate Gallego-

En una aldea lejana
Nos sorprende la noche
Entre infantiles juegos.
Se abandonan las calles
Y el ruido cesa.
Yo me siento a esperarte
En nuestra escalera,
De piedra dura
Desgastada y vieja.
Siento frío, y miedo
Cuando el lobo
Aúlla a lo lejos.
Con mis brazos
Abrazo mi cuerpo
Y quedamente susurro:
No llores, yo te quiero.

BEBÉ -Jaime Sanz-

Nací.
A mis padres les había fallado la “R”.
No teníamos coche.
Y es que antes de llover chispea.
Estoy preso
tras los barrotes de la cuna.
A mi alrededor, paredes verdes.
Se acerca la princesa
y le tiro de las coletas
Mi madre me da de comer.
El pequeño hidroavión viene y va;
carga y descarga y vuelta a empezar.
Mi babero y mi baby
parecen un cuadro de Jackson Pollock.
En la tele sale la gallina Caponata.
Mi trona es un peñazo;
me molesta en las ingles.

REY -Jaime Sanz-

REY -Jaime Sanz-

Soy el rey de la casa,
pese a la zapatilla,
patibulario sistema judicial
y cetro de la reina madre.
Incomunicado,
solo,
pensando,
en medio de un mar
que se va secando.
Yo me acuerdo
cuando la librería
era un altísimo palacio.
Ahora parece que no.
Soy Aladino
recorro el reino
con mi mágica alfombra,
pero arrastrando el culo.

CUNA VACÍA 27-4-1954 -Julia Delcazo-

CUNA VACÍA 27-4-1954 -Julia Delcazo-

Una extraña fuerza me sacude
Es la abuela con su mano arrugada
Por todos los años de trabajo
Apenas entra luz por la ventana

Apresuradas salimos de la casa
En sus manos un gran pañuelo blanco
La abuela empapa en él unas lágrimas
Mientras yo corro para seguirle el paso

De par en par la puerta de mi casa
El otro abuelo en un rincón sentado
Corro hacia él y apenas me saluda
Tan parlanchín y ahora tan callado

Mi padre en el corral haciendo leña
Con aquella hacha grande y tanta fuerza
Que deshace los troncos en astillas
Y por el aire vuelan su dolor y su rabia

Desde el patio un murmullo de voces
Se oyen todas a una, como si recitaran
Quiero subir, mi abuela no me deja
Con brusquedad me sienta en la gran banca

Yo la miro en silencio intimidada
Mientras ella barre los suelos de la casa
De pronto se oye el trajinar de mucha gente
Parece que unos suben y otros bajan

Y creyendo que es fiesta en mis cuatro años
A la abuela le pido impertinente
Como me hace mi madre los domingos
Para desayunar, chocolate caliente

“Para chocolate estamos”, contesta ásperamente
Yo me siento ofendida y enfadada
Y empiezo a llorar rabiosamente
Pidiendo a vos en grito “¡quiero ir con mi mama!”

Baja mi tía preferida
Cariñosamente me recoge en sus brazos
Me sube a la habitación llena de gente
Y todo me resulta muy extraño

La cuna está vacía
Una mesa vestida de blanco
Un querubín muy quieto sobre ella
En silencio y con los ojos cerrados

Las mujeres se acercan y lo miran
En una silla baja mi madre está llorando
Y llorando también me atrevo a preguntarle
“mamá, ¿yo lo he matado?”

Al oírme pronunciar esta pregunta
A mi madre se le abren los ojos como platos
Y sus llantos recrudecen con más fuerza
Mientras casi me hace daño con su abrazo

Y es que un día por la noche
De las muchas en que lloraba tanto
Para no despertar a mis padres
Despacito me levanté a acunarlo

Como no se callara yo imprudente
Su boquita tapé con mis dos manos
Asustada mi madre se levanta
Y me grita “has podido matarlo”

Mi padre aturdido la amonesta
Y protesta por las dos preocupado
“No grites, mujer, así a la chica,
Que la asustas y no ha sido para tanto”

Mi madre me besa con ternura y me dice
“No, cariño, que tu hermano nació muerto
Y el tiempo que ha vivido muy enfermo,
Sólo ha sido un milagro”

La cuna está vacía
Una mesa vestida de blanco
Un querubín muy quieto sobre ella
En silencio y con los ojos cerrados

Mi madre se levanta, me aúpa y me dice:
“Dale un último beso y dile adiós a tu hermano”
Me impresiona su quietud y su color nacarado
Aún así le digo adiós y le beso la mano.

DECEPCIÓN -Marisa Fanlo-

DECEPCIÓN -Marisa Fanlo-

Primera versión

La Virgen en el cuadro
Nunca hizo nada por mí.
Todas las noches la miraba.
Estaba quieta y era muy fea.
Yo me creía todo.
Y rezaba.
Pero nadie me oía.
Todas las mañanas me decepcionaba.
Algo que ves todos los días te enseña todos sus defectos.

Segunda versión

La Virgen es buena,
Siempre me espera encima de mi cama.
Una madre protectora,
Con un manto azul,
Con un niño en brazos,
Con tristeza en la mirada.
No podrá salvarlo.

La niña quería ser buena,
Y rezaba,
Siempre en la oscuridad,
Para no ser vista,
Para ocultarse.
Y la Virgen la miraba fijamente,
Con su tristeza infinita,
Profunda.
Miraba su pelo corto,
Crespado y pelirrojo.
Pero no la oía.
Había mucho ruido alrededor.

Ahora la Virgen está quieta,
Su manto azul se cae a trozos.
Ya no mira nada,
Está como muerta y es muy fea.
No bajó a ejercer de peluquera,
No consiguió alisarle la melena,
Ni hallar el tono rubio deseado.

El niño y la niña fueron hacia el ruido.
No pudo salvarnos.

PINTOR DE PAPEL -Ana María Rocañín-

PINTOR DE PAPEL -Ana María Rocañín-

Con olor a rosas y camelias,
bien envuelto en papel de regalo
ella cálido amor le entregó.
Él llevó el suyo en cristales de escarcha
y en cesta de mimbre lo ofreció.
Pronto alcohol y celos se aliaron
y el papel en jirones rompió,
borró alas, sueños y promesas
y de negro los cristales tiñó.
Ella daba gritos a los sordos,
él cortó los hilos de la vida
y en papel noticia la pintó.

COMPASIÓN -Arrarte Gallego-

COMPASIÓN -Arrarte Gallego-

Vivo, encarcelado
Entre las murallas
De mi propio cuerpo.
Limitado,
Como esa planta
De tu maceta.
Dependiente, insuficiente.
Vivo sin vivir mi vida,
Ni la tuya,
Ni nada.
Esperando el momento
En que deba morir.
Ansío el instante
En que tu mano
Compasiva y valiente,
Corte el hilo de vida
Que aquí me retiene,
Y llene de sentido
La palabra muerte.